domingo, noviembre 11, 2012

Dos son el ermitaño


Llego el ermitaño a mi casa, golpeo nueve veces mi puerta, le abrí y de inmediato percibí templanza en sus ojos. Saco dos viejas copas, las lleno de discreción y prudencia, después de beber las primeras, salimos al bosque a caminar, a embriagarnos con calma. Con su voz tibia me explico quien era, me confeso que había matado el ego hace un par de años y así pudo comprender que 
el destino no se logra cambiar, pero si se puede apresurar.

Y la tierra estaba cubierta de bosques, en los que habitaban los espíritus de los dioses, viejos arboles eran abrazados por ángeles risueños, chamanes furiosos y gitanos timadores saludaban al ermitaño, con respeto, revelando una amistad ancestral, al lado del río, Virgilio y Edipo jugaban una partida de ajedrez, el perdedor bebería la cicuta. Cansado iba, le sangraban los pies, donde caían gotas de su sangre nacían flores color carmín. Yo aun no entiendo bien sus palabras, recuerdo que me dijo que los espíritus día y noche entregan y quitan vida, que el mundo está maldito, pero aun así queremos vivir y sonreír.

Y la naturaleza de los pájaros ha cambiado, así también la mía, viven cantando a deshora, canciones nuevas, su trinar trae la verdad del ermitaño. Es que ahora sé, que el ermitaño son dos, son el espíritu del bosque y del ermitaño quienes hacen posible la primavera. Llegando el arrebol se puso de pie y se aparto a paso lento, a medida que sus pasos se alejaban, otros se acercaban, llego a mi lado bella compañía, tomo mi mano y mirándome a los ojos me dijo: “Chinito, no tengas pena”. Hoy, despierto más tranquilo, divorciándome cada vez más del cotidiano huracán de vanidades y deseos. Es que aunque no lo parezca, dos son el ermitaño.

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