domingo, noviembre 11, 2012

Apología poligámica



Era lunes, Alba se fue de su cama temprano, esbozo una sonrisa brillante antes de partir, los lunes son espesos, a regañadientes accedió a almorzar con Brígida, debía invitarla a comer algo rico, algo que quizás le gustaría, entenderían todo si conocieran el complicado paladar de Brígida, ese paladar que le dejaba agotado y contrariado. 

Los martes hacia honor a la primave
ra, pasaba las tardes con Rosa y las noches con Margarita, dulces aromas y suaves pétalos de piel, los miércoles despertaba con polen en su torso, le encantaba entrar a la ducha y percibir el olor a miel. Los miércoles acostumbraba a replantearse un poco las cosas, desayunaba con Soledad, una chica silenciosa, que gustosa escuchaba sus divagaciones, Soledad solía invitar a María a acompañarlos, era aquí cuando estallaban las risas, ¡ay simpática María!, tus carcajadas violentas y el cielo claro, las nubes violentas y los ojos colorados. 

El cuarto día de la semana era especial, buscaba a Sofía. Sofía tiene una abuela que cocina muy rico, Sofía suele escribir, de vez en cuando con pudor le muestra sus letras, es esa timidez la que lo hace suspirar (eso y las risas rizadas), si viese más seguido a Sofía y sus cactus… probablemente le tomaría la mano y se volvería monógamo. 

El viernes sonó su celular varias veces, era la Victoria invitándolo a almorzar, un mensaje de Amparo lo despertó de su siesta, también apareció la exuberante Gloria a tocar su puerta, pero ese viernes no quería ni Gloria, ni Victoria, ni Amparo, decidió caminar con Consuelo, esa tibia guarida, Consuelo le recordaba el sabor de Rocío, la mirada de Esperanza, la naturaleza de Paz, la voz de Libertad.

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