domingo, noviembre 11, 2012

Al maestro con cariño



El maestro llega casi siempre entre 6 y 7 a su hogar, no llega a tomar once, llega a tomar “choca”, al maestro le gustan los mariscos y Sui Generis, desde que yo era pequeño me ha dado consejos que jamás olvidare, com
o que las mujeres y el pollo se agarran con la mano. El maestro llega casi siempre entre 6 y 7, saludando a todos alegremente, a pesar de su cansancio o de que quizás no fue el mejor día.

Ya son veinticinco años con el maestro, desde el vientre yo escuchaba canciones de John Lennon, en una radio vieja colocaba cassettes de Led Zeppelin y me explicaba quienes eran “Jaime Pagina” y “Roberto Planta”, cada noche antes de dormir me decía: “buenas noches los pastores”, a lo que yo respondía: “bom bom bom”. Nació en el sur, así que sabe de lluvias y frio, como buen Run Run, se fue pal norte y sabe de desiertos y calores. 

A los cuatro años me hizo un gran regalo, me coloco frente a un tablero y me explico cómo debía mover las piezas, aprendí el valor de la estrategia y el silencio. El maestro tiene muchas herramientas y trucos, yo a ratos pongo una capa imaginaria en sus hombros y lo veo flotar, pintando los cielos con brochas imaginarias y yo voy detrás y no puedo seguirle el ritmo, es que cuando de esto se trata… no le llego ni a los de Aquiles.

El maestro me explico que Jehová no era más que un ídolo pop, que siempre debía creer en la bondad y el cariño, que no debía temer a nada, ni siquiera a la muerte, que debía tratar a esta como si fuese mi mejor amiga. Al maestro casi todo el mundo le dice “maestro”, pero él sigue siendo humilde y trata a todos de igual manera. Al maestro le cuesta pronunciar la “x”, pero nunca tuvo problemas para enseñarme quien era Marx.

Es que ya son veinticinco años con el maestro y quizás no siempre estuvo, a lo mejor no siempre puede estar, pero tengo la certeza que siempre estará. Y yo no sé hasta cuando estaremos juntos y es que nadie sabe. Solo se, que en su miraba aparezco yo aullándole a la luna y hoy me ha explicado que si la voy a extrañar, debo hacerlo con toda mi alma y que si la voy a querer, debe ser en todo momento y a pesar de todos los miedos y distancias. 

Con escaleras, pisos, andamios y mesas construye día a día escaleras al cielo, sus manos han sido barnizadas y yo las veo de ébano, en sus arrugas aparecen increíbles y misteriosas historias. A veces me disfrazo como él y me gusta pintarme la cara y escuchar a Violeta toda la tarde, él me limpia la cara y vivo un hermoso deja vu de aquella lejana infancia. Otras veces, al igual que él, me refiero a los objetos como si fueran personas. El maestro siempre sabe como tranquilizarme, trata a mis amigos como si fuesen sus amigos, su piel es gruesa como la del cultrún, sus pies siempre están en lugares distintos y casi nunca en el suelo. Es que ya son veinticinco años con el maestro y sigue preocupándose cuando me ve con la mirada perdida.

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