domingo, septiembre 02, 2012

Bar Reminiscencias


Era un pasillo oscuro, de unos veinte metros de largo, donde sombras desconocidas sorbían el mate de forma desagradable, me sentí incomodo bajo sus miradas y sonidos, quizás era por los ecos que emitían al beber. Recorría la mitad del estrecho pasadizo cuando recordé un viejo sueño de mi infancia, en el cual iba por un escenario similar, caminando con torpeza, con los pies p
equeñitos, al contener la respiración podía flotar y avanzar más rápido, impulsándome con los brazos a través de las paredes. Realice la misma maniobra y elevándome note que en el techo había una ranura, me acerque y era cada vez más grande, pase a través de ella. Ahí estaba, en un extraño bar, repleto de humo, repleto de borrachos buscando compañía, al fondo, en un rincón, cantaba canciones de letras desgarradoras una mujer crespa, pálida y hermosa, con tacos que la hacían ver majestuosa, parecía venir de una película de Lynch, iluminada por una luz mediocre y tenue, pero su voz iluminaba el lugar, sobre su bello rostro con luces de neón, se leía en el letrero “Bar Reminiscencias”. 

A un extraño y lejano amigo encontré ahí, apoyado en sus nudillos, despeinado, con la camisa manchada y con ojeras, dentro de un extraño trance, me demore en reconocerlo porque sostenía un cigarro prendido con su mano distante y temblorosa. Al encontrarse nuestras miradas, sus ojos, tristones y semiebrios, cambiaron de color, reminiscencias aparecieron en su mente, creo (y creo que el también lo cree o creía), que le recordé a esos dulces días, de hace pocos meses, o quizás era mayor el tiempo, o tal vez estaba (estábamos) dentro de uno de esos sueños en los que nadie sabe con certeza cuanto tiempo ha pasado en realidad, un espacio donde el único reloj es el reloj de arena que carga cada uno al lado del timo. Algo faltaba, desgarrando su brazo, se notaba su brazo medio azul, medio morado del frio, ausente estaba lo corpóreo, aquello que le daba un sentido a sus días a pesar de que nunca sabían (supieron) nada. 

Extraño y ausente se encontraba por su repentina ausencia, pero era mi amigo, con cariño ate sus cordones y entibie su brazo, al enredar el mío con el suyo la sentí, es que habitaba (habitaría) por siempre en su piel, tuve que apoyar mi brazo en su hombro, había más vida en su brazo que en muchos cuerpos enteros. Acompañarlo no era difícil, nunca lo fue, recorrimos el lugar y la vimos aparecer de a poco, bailando los tres felices, borrachos de felicidad, sentados perdiendo el tiempo, ganando memorias, ganando o perdiendo discusiones eternas, daba igual, perdidos perdiéndonos. Le vi llorar como llora un recién nacido cuando le separan de su madre, es que su humildad violenta no volvería mas, su risa sorpresiva, su torso torpe y suave, triste era nuestro baile. Llenamos los vasos, las parejas bailaban, empinamos y bebimos el tango que sonaba de fondo, camuflando el triste funeral que vivía en su interior, en mi interior, en nuestro interior.

Como explicarle, como consolarle, como traerlo de vuelta, nada podía hacer, solo ayudar a llenar de humo el lugar y hacernos cada vez más borrosos. Necesitaba al menos que su tranquilidad que alcanzaba para los tres (y a veces para más), volviera y alcanzara al menos para uno, para él. Seguimos bebiendo y bailando, a ratos aparecía su infinita y sabrosa locura, camuflada en otros cuerpos, latiendo en otros corazones. Salimos, caminamos, en círculos primero y en diagonal después, llegamos a nuestra querida línea del tren, sentado en los rieles lo vi un poco más tranquilo, sabiendo que a ratos se adaptaron, que se adoptaron huérfanos de eso que algunos llaman cariño, prófugos de la soledad, nunca fueron algo, pero extraño dolor le causaba asimilar que eran (fueron) nada. 

Al pasar el tren, los dos vimos pasar su rostro, fugaz y feliz, riendo con sus demonios, al parecer habían llegado a una tregua e iban rumbo a un lugar inalcanzable, debió ser el sol del amanecer pegando en nuestro rostro, aflorando reminiscencias. Lo recuerdo, hincado, arrodillado frente al consuelo, imaginando su caliente ternura.

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